Hay un destino, no caben dudas. Y es negro ese destino. Lo supo en las tripas en cuanto ella lo miró a los ojos. No pudo evitarlo. Sucumbió.
Las noches se hicieron eternas entre alcohol y pastillas, entre excesos inmediatos y fatales. Ella lo invitaba y a la vez lo retenía. Tentación y condena.
El destino, negro como la más oscuras de las noches, llegó a cobrar su deuda. Tal como empezó, lo último que vio antes de no ver nada más fueron esos ojos...
03 agosto 2005
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