Debo reconocer que soy una persona prejuiciosa. Y también, que no pretendo dejar de serlo.
El problema no es tener prejuicios; es no saber cambiarlos una vez que la realidad nos prueba que estábamos equivocados. Ser hinchas de nuestros prejuicios nos convierte en personas detestables.
Yo, por mi parte, estoy abierto a cambiar los míos siempre y cuando la realidad me demuestre sin dudas que están errados. Mientras tanto, los necesito para la vida cotidiana.
31 octubre 2005
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